Levantas terneros muertos:
yo te he visto
deshuesar sus espaldas, recetar
vida para esa carne, poner precio
al motivo central de mis insomnios.
Puede que me equivoque, al fin y al cabo
la niñez es así: arde con poco,
se agrandan los delirios, aunque juro
que bajo mi colchón aquellos ojos
pensaban la manera de comerme,
los ojos del ternero, ojos albos
que en la noche eran grandes y sedientos.